La Sierra Norte de Guadalajara está lleno de rincones, pueblos espectaculares, museos, historia, lugares, fiestas, costumbres, eventos,… que te invitamos a descubir.
Dicen que un alimento perecedero no se presta … excepto el pan, como se hacia en algunos pueblos serranos (Puebla de Valles) hasta los 70´s. Cada 15 días la familia acudía al molino con una fanega de trigo (41 kilos) y volvía con harina para una hornada de 29 panes de 1 kilo.
El día anterior las mujeres difundían la noticia por el pueblo. Sacado el pan, por la tarde devolvían los prestados; vecinas y familiares acudían para pedir panes en préstamo. Al final del día, más de la mitad del pan había desaparecido y en la casa sólo quedaba para tres días. Cuando se acababa el pan propio, se comía pan cobrado ó prestado. Tierno todos los días.
(Del libro Puebla de Valles, usos costumbres, cuentos y leyendas).
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En casi todos los pueblos serranos hay ermita (Cogolludo llegó a tener 17) y casi la mitad reciben el nombre de Ermita de la Soledad. Fueron construidas por fervor popular durante la Contrarreforma (siglos XVI -XVII) y son todas parecidas: cuadradas, con sillares de caliza, tejado a cuatro aguas, interior pintado de blanco y un sello rural inconfundible.
Cuando Carlos III ordenó que los cementerios se sacaran fuera de la población, muchas quedaron como capilla del cementerio y servían de velatorio. Una lámpara de aceite ardía todas las noches, encendida por alguna vecina que así pagaba su promesa a la Virgen de la Soledad. Renacentistas o Barrocas, con o sin pórtico, todas tienen una sencillez encantadora.
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Aunque varía de un pueblo a otro, la caridad es un panecillo de trigo, cocido con unos granos de anís que le da un sabor característico, y que se repartía de forma gratuita en las fiestas. En algunos lugares llevaba dentro regalo (chorizo, tocino, huevo duro) y en otros iba acompañado de vino o aguardiente. Había pueblos en los se daba queso con el panecillo o tostones (garbanzos tostados).
También cambiaban las fechas del reparto, según el lugar y el santo: San Isidro, San Juan, Las Candelas, San Roque, San Idelfonso, San Sebastián,… Antaño correspondía a los Mayordomos de la Cofradía repartir y sufragar la caridad; más tarde fue el Ayuntamiento. Una costumbre perdida que se va recuperando gracias al empuje de las Asociaciones Culturales.
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Hasta los años 70, el abastecimiento de agua en los pueblos serranos se resolvía con fuentes en el casco urbano, que se alimentaba de un venero, si ríos y arroyos quedaban distantes. Las fuentes tenían pilón(es), caño(s) y pila, donde los animales abrevaban antes de entrar y/o a la salida de los corrales.
El resto del día la fuente era lugar de reunión de las mujeres, donde acudían a abastecerse de agua y pegar la hebra. Cuando el agua potable se llevó a las casas, se mantuvieron las fuentes, aunque con la despoblación (en algunos casos llegó antes que el agua) perdieron su función. Los caminos y lugares de paso están sembrados de fuentes con pilón para el ganado, aprovechando un venero próximo. Hay muchas más; descubrirlas es todo un placer.
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Así se llaman las tareas comunales que desde la Edad Media realizan los vecinos del lugar para la construcción y/o mantenimiento de edificios, caminos, presas, abrevadero, fuentes, molino, …). Comenzó como un tributo, de obligado cumplimiento para todos los vecinos. El Concejo la convocaba el día anterior, indicando tarea y herramienta; tenía lugar cuando las labores del campo y del ganado eran menores.
La tarea se realizaba en un tono festivo y de jolgorio, que acababa con reparto de vino, frutos secos, … y coplillas. La costumbre cayó en desuso con la despoblación de los años 70, aunque afortunadamente se está recuperando en muchos pueblos Además de preservar el patrimonio, el objetivo es fomentar la cohesión de la comunidad, la identificación de los vecinos con el pueblo y pasar un día agradable en buena compañía.
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Así llamamos en la Sierra Norte a los molinos de aceite (abundan en la zona meridional). Son de pequeño tamaño, con piedra única y rulo movida por caballería, la moliná no superaba los 300 kilos de aceituna para obtener 60 kilos de aceite. La operación se repetía 3 veces al día y requería 3 personas. Eran propiedad comunal y/o de un grupo de vecinos, y su uso se establecía por riguroso sorteo.
La molienda coincidía con lo más crudo del invierno y la almazara se convertía en el centro de reunión de los hombres. En las brasas se asaban patatas, que regadas con vino constituían un buen aperitivo. Las almazaras, perdieron su razón de ser con la despoblación y el uso de la electricidad, por lo que en los años 60 desaparecieron para siempre. Aún son visibles sus ruinas y algunas que han sido recuperadas para actividades culturales.
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En el pueblo serrano nunca faltaba la fragua comunal de uso gratuito para los vecinos. Era lugar de reunión, donde los labradores acudían a reparar sus herramientas (arado, azadas, varales,…) a última hora del día, después del trabajo en el campo. La tarde que la fragua estaba operativa, el vecino que lo necesitaba acudía a ella con la pieza rota.
Se requería la experiencia del herrero, que pagaba El Concejo, y la colaboración de un ayudante (el dueño del utensilio a reparar) para el fuelle, mantener el fuego vivo, sostener las piezas de hierro, … Aunque el oficio se perdió con la despoblación, varios pueblos han recuperado su fragua: Zarzuela de Galve, Pálmaces de Jadraque, Las Navas de Jadraque. Algunas funcionamiento en ocasiones especiales.
El lavadero era lugar de encuentro de mozas y casadas, vedado a los hombres. Allí se compartían noticias, chanzas y se estrechaban relaciones. Las mujeres procuraban ir cuando lo hacían sus amigas, o elegían el día propicio para averiguar aquello que le interesaba.
Trabajaban muy duro: entre bajar la ropa sucia, lavar con agua fría, restregarla sobre la piedra, tenderla a secar y subirla a casa, se les iba el día. Llevaban de casa jabón, cenizas (para quitar la grasa) y el barreño para calentar el agua donde sumergían las manos para combatir el frío.
A veces el lavadero era el río (Puebla de Valles, Beleña de Sorbe,..); otras había un lavadero comunal cerca de una fuente (el de El Espinar, de pizarra). En Roblelacasa hay lavaderos individuales de pizarra: cada uno tiene 2-3 cubetas comunicadas entre sí. En algunos lugares (Almiruete, Tortuero) se desvió el arroyo por el casco urbano, canalizado, para que sirviera de lavadero.
Aquí la trashumancia era de corto recorrido (<35 kms), estuvo muy arraigada hasta la despoblación de los años 60´s. Por San Pedro (29 de junio) se reunía el ganado de todo el pueblo (vacas y cabras) en la plaza y al clarear el día, guiado por 3-4 pastores y acompañado de algunas caballerías con víveres y enseres, partían hacia las zonas de pasto más altas. Un mozo del pueblo subía un día a la semana para llevar suministros.
Cada propietario señalaba la res con su marca, para reconocerla cuando bajaban del monte, el día de Todos los Santos (1 Noviembre). Algunos años, se juntaba el ganado de varios pueblos para subir juntos (Tamajon, Valdesotos y Retiendas lo hicieron algunos años) para abaratar costes.
En la Sierra Norte cada familia criaba 1-2 cerdos para la matanza, tenía algunas ovejas y varias cabras para autoconsumo… pero no suficientes como para dedicarse a su cuidado. Por ello surge el cuidado comunal del ganado. Algunos lugares contrataban a un porquero, que a primera hora y a toque de cencerro convocaba a los cerdos en la plaza; los sacaba a sestear a arroyos y chortales, volviendo por la tarde.
Con las cabras y ovejas (cada una por separado) del pueblo se formaban atajos de 500 animales que pastoreaba el vecino del pueblo que correspondía, según el número de cabezas que aportaba al rebaño. El toque de llamada era específico para cada tipo de ganado (en Puebla de Valles, cuerno para las cabras y caracola para las ovejas). La despoblación terminó con el ganado y la costumbre.
Los mozos salían en grupo a recorrer calles plazas, armados con guitarras, bandurrias, laúd, triángulo, …. tocando y cantando. Animaban el baile y salían en fiestas señaladas, (Nochebuena, Los Mayos); según el pùeblo también salían en Nochevieja, Año Nuevo, Carnaval, Candelas, Jueves Lardero, fiestas patronales, … Su temática variaba según fechas (religiosa, galante, pícara,…)
La ronda más celebrada era el sábado. Salían después de cenar hasta la madrugada; paraban frente al balcón de una moza y le dedicaban canciones de amor (un joven la quería conquistar). Si el mozo era de su agrado y la familia no se oponía, se asomaba al balcón. Entonces la ronda le obsequiaba con más canciones.
Pero si no era así, tras un par de canciones y los improperios del cabeza de familia (que se oían hasta en las eras), se acababa la actuación. La ronda seguía hasta la siguiente parada donde repetían la operación, .. y así hasta que pasaban por todas las casas donde había mozas enamoradizas. La despoblación acabó con tan sana costumbre.
Una cabra estéril, que no daba cabrito ni leche, no aportaba nada a la familia; de ahí que su destino fuese ser plato de celebración, máxime cuando engordaban más que sus compañeras fértiles. En algunos lugares la machorra se asaba en el horno comunal por San Blasillo (4 febrero en Beleña) y en otros se guisaba en caldereta la víspera de Todos los Santos (31 octubre en La Vereda) y/o cualquier fecha señalada.
En algunos pueblos la machorra era un rito de paso de la infancia a la juventud. Entre todos los aspirantes (de 15 años) costeaban la machorra, que luego se soltaba por las calles. Los neófitos corrían tras ella en tropel hasta cogerla, entre las risas de los vecinos. Luego guisaban una caldereta para todo el pueblo, y a los postres, los nuevos jóvenes, bien regados de vino, estaban obligados a bailar la jota delante de todos. ¡Ya eran mozos!